jueves, 21 de mayo de 2009

Digits - Fan-3

Viernes 18 de noviembre, 2005
Llegó el iPod.

El día había comenzado normal. Me había levantado a las 6:30 de la mañana, tomé mi desayuno (en ese entonces mi desayuno era un vaso de yogurt de fresa y una dosis de Cipramil), me cambié y me puse a esperar a la movilidad, porque mi papá se había ido de viaje y mi mami estaba enferma, y no tenía quién me lleve. Pero justo hoy en la mañanita regresaba. A eso de las 7:00, hora en la cual la movilidad cumplía con su puntualidad, el taxi de mi papá había llegado. Yo me encontraba en el dilema de subirme a la movilidad rápidamente y decirle simplemente “hola” a mi papá, o saludar dramáticamente a mi papá con un gran abrazo y hacer esperar a los desesperados pasajeros de la movilidad. Curiosamente, ocurrió una mezcla de ambas: mi padre pidió a la movilidad que esperara y yo pude saludarlo como era debido. Pero eso no era todo, me trajo un regalo. Una caja forrada con papel transparente con el dibujito de una manzanita mordida que reconocí como el logo de Apple. Lo abrí mientras me decía que era el único iPod ideal que encontró (ideal = ni tan barato y monse ni tan caro). Era un iPod Mini de 2da generación de color celeste de 4 GB de memoria, y yo me emocioné tanto como cuando Pikachu le ganó a Raichu en un episodio de Pokémon. Mientras la señora Irma tocaba el claxon para que me apure y suba a la movilidad, mi papá me indicó que lo dejara en mi cuarto y que se descargue por completo, antes de comenzar a usarlo. Volando fui y lo dejé, y luego subí a la movilidad, con miradas acusadoras sobre mí, pero yo feliz.

Lo poco que recuerdo en el colegio fue presumirles a mis amigos que me acababan de comprar un iPod, directito de USA y jojojo, cáguense ustedes que no tienen.

De regreso a mi casa, al llegar salí de la movilidad disparado, toqué el timbre con frenesí y cuando me abrieron la puerta corrí, atravesé cualquier obstáculo producto del diseño arquitectónico de la casa, y llegué a mi cuarto en menos tiempo que el récord mundial de los cien metros planos, sólo para ver mi iPod. Ahí estaba. Mostrando, en blanco y negro, la última delgada línea de batería que le quedaba. Simultáneo a esperar que salga el mensajito “No battery power remains. Please connect iPod to power source”, prendí la computadora e instalé el software del CD que venía en el paquete. Instalé el iTunes, programa que se convertiría en el arma más poderosa de mi computadora. Cuando regresé a mi cuarto, la pantalla del aparato estaba apagada. Nunca me sentí tan exaltado de ver una pantalla apagada. Listo para ser usado, conecté el iPod. ¿Pero qué es lo esencial que necesita un iPod? Música. En ese entonces tenía, qué, unas 200 canciones nada más, y más de la mitad eran de mi hermano. Tenía un montón de CDs, eso sí. Primero rebusqué entre mi torre de discos, y encontré el soundtrack de Shark Tale (El Espantatiburones). Común de mí, no necesitaba ningún manual o ayuda para saber cómo importar las canciones del CD a la Biblioteca iTunes.

Ya lo tenía, tenía un iPod. Y tenía música en un iPod. Esto va a ser genial. Voy a recordar esto por siempre y nunca dejaré mi iPod. Dormiré con él, lo juro.

2 comentarios:

  1. Johann q pasa si tienes uno mucho mejor(tu ya sabes uno como IpodTouch(o Iphone),lo dejarias(no te ilusiones)

    Saraa!

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  2. No creas, yo tuve un Ipod touch, y sin embargo lo vendí a las semanas y me mantuve con mi clásico Ipod mini plateado. Aun hoy lo uso, aunque este descascarado en la parte de arriba, y este cubierto con un scotch.

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